La calma vendrá con los hondos respiros. Solo así
dejarán de hacer ruido las manías
que el vendaval quiera imponerte.
Recuerda, las tempestades están afuera, no adentro.
La angustia es diestra en emboscar
las soledades del corazón,
pero tú no estás sola/solo, jamás lo estarás.
El universo con sus infinitas criaturas te acompaña.
Y eso que hoy se agita mañana va a disiparse.
El tiempo se vuelve el curandero más sabio.
Defiende tu espíritu de tus propios miedos,
lo que equivale a decir protege tu salud mental.
En la desesperación se pierden los caminos.
Espera paciente, este momento como un río dará la vuelta
y cada cosa encontrará su cauce.
Busca refugio en la naturaleza,
en los libros indispensables,
la música necesaria, el arte.
Muestra cariño a los seres amados
(sean de dos o cuatro patas),
esto es un antídoto contra los delirios del desamparo.
Acuérdate de dar los buenos días,
pedir con por favores
y terminar siempre con un muchas gracias.
La gratitud es el sol de la mañana y entibia al corazón.
Ríete mucho, pero no te burles, la burla es despreciable.
Sé piadoso con todos y especialmente contigo mismo,
pues no podrás dar lo que no tienes.
Escucha, valida, respeta, pero mira bien porque
hay tantos que van a querer contagiarte sus diluvios.
Para de pagar impuestos emocionales
y de convivir con quienes han intoxicado tu camino.
Sin embargo, entiende, que aquí nadie es nadie,
todos tienen derecho a repararse.
Persevera. Resiste. Levántate.
También aprende a rendirte.
Lo que la tempestad decida llevarse se llevará.
Lo que la tempestad decida dejar lo dejará.
No le tengas miedo al olvido.
CALMA Y TEMPESTADES
por Ana C Blum